Transcribimos completo el devocional del pastor David
Wilkerson [May 19, 1931; April 27, 2011]
El Profeta Ezequiel nos ofrece una vívida ilustración de lo
que le pasa a la gente que toma su pecado ligeramente. En esta explicación, los
setenta ancianos de Judá vinieron a Ezequiel para recibir una palabra del
Señor. Todos estos hombres estaban en el servicio del templo, y cuando se
reunieron con el profeta para adorar, a Ezequiel le fue dada una visión
asombrosa:
“…estaba yo sentado en mi casa, y los ancianos de Judá
estaban sentados delante de mí, y allí se posó sobre mí la mano de Jehová el
Señor. Y miré, y he aquí una figura que parecía de hombre; desde sus lomos para
abajo, fuego…parecía resplandor, el aspecto de bronce refulgente. Y aquella
figura extendió la mano, y me tomó por las guedejas de mi cabeza; y el Espíritu
me alzó entre el cielo y la tierra, y me llevó en visiones de Dios a
Jerusalén…” (Ezequiel 8:1-3)
El Espíritu Santo cayó sobre esa reunión, y el santo fuego
de Dios llenó el lugar de luz: “Y he aquí, allí estaba la gloria del Dios de
Israel…” (Verso 4). Cada vez que la ardiente presencia de Dios se manifiesta en
una reunión, el pecado siempre es expuesto. Repentinamente, el profeta vio que
las mentes de estos hombres estaban llenas con “…toda forma de reptiles y
bestias abominables” (Verso 10). Él estaba describiendo fortalezas demoníacas,
seres diabólicos. ¡Y éstos se habían infiltrado en la casa de Dios a través del
ministerio!
Allí estaban sentados los setenta ancianos, calmados y
plácidos, parecían adoradores buscando la dirección del Señor. En realidad, sin
embargo, estaban cubriendo el pecado oculto. Ellos habían estado realizando las
prácticas de adoración externa en el ministerio del templo, pero en realidad
pertenecían a una sociedad secreta de adoradores del sol. Ellos empleaban
prostitutas en el templo como parte de ritual de adoración, estos ancianos
supuestamente piadosos tomaban parte en la fornicación.
Lo peor de todo, es que estos hombres no estaban convencidos
de su horrible idolatría. Ellos se habían convencido a sí mismos que Dios
pasaba por alto su idolatría. David estuvo terriblemente apesadumbrado por su
pecado pero estos setenta ancianos no sentían ninguna flecha de convicción, ninguna pérdida de
fuerza física, ningún dolor emocional. En lugar de eso, fueron engañados por lo
que Moisés llamó una “falsa paz”.
“Y suceda que al oír las palabras de esta maldición, él se
bendiga en su corazón, diciendo: Tendré paz, aunque ande en la dureza de mi
corazón, a fin de que con la embriaguez
quite la sed” (Deuteronomio 29:19)
En otras palabras: “Una persona engañada es como un borracho
que ha perdido toda habilidad de discernir. No puede ni siquiera distinguir
entre la sed y la embriaguez”
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